miércoles, 3 de julio de 2013

Bachelet se propone ganar las presidenciales en la primera vuelta

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El costo familiar es brutal', dice la primera mujer en llegar a la presidencia de Chile.

Michelle Bachelet exhibe esa sencillez que es su marca registrada al abrir ella misma la puerta de su casa para esta entrevista. “Estaba terminando de arreglarme un poco”, dice mientras invita a pasar a su refugio –en un condominio en la comuna La Reina alta, donde el aire es más puro, hay pájaros cantando, no hay apuros, no se ven escoltas.
Aquí, la expresidenta de Chile y favorita para llegar nuevamente a La Moneda, está lejos del ruido y de la ciudad, de la política y la campaña.

A usted, que fue una joven que luchó por el cambio en su época, ¿qué piensa de que los jóvenes chilenos de hoy la vean como parte del establecimiento?
No los quiero calificar.
Algunos tienen prejuicios; otros, desconfianzas.
Algunas de ellas, porque efectivamente hubo cambios que se quisieron hacer, pero que no fueron posibles.
En el 2007 mandé la ley del fin al lucro y otras que no fructificaron en el Parlamento.
No es un problema solo conmigo, sino con la institucionalidad que nos rige hoy.
Por eso, necesitamos una nueva Constitución.
Si no, los jóvenes se abstienen de participar o se radicalizan.
Y creen que hay que cambiarlo todo.

Si fuera joven, ¿estaría en la calle?
Seguro, seguro.

¿Qué le pasa cuando dicen que su principal fortaleza es la simpatía o el carisma?
Al principio me daba rabia. Eso también lo decían en el 2005, y ya aprendí que, bueno, así es no más, es tal vez un último recurso defensivo del machismo en nuestro país. Creo que es una manera de ningunear a las mujeres. Quiero entenderlo como una maniobra electorera, porque me daría mucha pena que en Chile todavía haya gente que esté tan atrasada culturalmente para no valorar a las mujeres en lo que somos, en su totalidad. Y expresa ciertas convicciones que en el mundo ya no corren, como que autoridad es sinónimo de gritar, de autoritarismo, que gobernar es sinónimo de imponer.

Creo que uno, obviamente, tiene que tomar decisiones, pero las mejores decisiones son cuando uno logra que ellas estén legitimadas frente a la gente, que, por ende, uno haya escuchado antes a todas las partes involucradas. Escuchar de verdad, empatizar, que es tan distinto de la simpatía, es esencial para gobernar. A mí me parece que no es justo con las mujeres, no solo conmigo.

Usted nunca pierde los estribos ni descalifica, pero dicen que es muy dura cuando borra a la gente de su lista.
¿Así expresa su desagrado, y no con la confrontación?
Lo primero es que yo confronto cuando hay que confrontar, pero no necesariamente gritando.
Y cuando hay que golpear la mesa, también lo he hecho. Yo no congelo a las personas.

¿Es un mito?
Un mito. Lo que sucede es que uno tiene dos alternativas cuando considera que un ministro no está haciendo lo que corresponde: la primera es confrontarlo. Y la segunda es pedirle la renuncia si se considera que no ha tenido la capacidad o no ha podido, por distintas razones, llevar adelante su trabajo.
Creo que una de las cosas más duras para un Presidente en esta área es tomar la decisión de pedirle la renuncia a alguien.
Porque no es un asunto personal, no es porque me cayó mal, es porque uno evalúa diversas variables y razones.
Pero yo no congelo gente.

Dicen que lo peor de ser Presidente es la exposición de la familia.
¿Es el costo más alto para usted?
¿Qué le pasó cuando vio la foto de su hijo saliendo en un Lexus de este mismo condominio? El costo no es para uno, sino para la familia. Es brutal. Hay desde la persecución con fotografías en cualquier actividad que hagan. A mí me tocaron a mis tres hijos jóvenes y yo quise que siguieran con sus actividades normales, no tratando de posar como la familia perfecta ni nada de eso. Y ya tenían bastante con que la mamá fuera ministra, candidata, Presidenta, como para que además uno tratara de hacer cosas que no les permitieran llevar la vida que quieren.
Tiene un costo enorme.

¿Cuál?
Cuando era Presidenta, por ejemplo, mis hijos pudieron haber querido postularse a becas, como cualquier chileno. Y si bien el sistema de Becas Chile se organizó para que fuera con currículum ciego (sin nombre), para ir a estudiar al extranjero yo les di la instrucción a mis hijos de que no podían postularse. Aunque ellos hubieran podido ganarla con sus propios méritos, nadie lo hubiera creído (...). Les he entregado valores, principios y espero que funcionen con ellos, pero ya son adultos, tienen sus propias vidas. Lo que sí me duele es que les pasen cosas porque son mis hijos. Y también me duele que en algunos casos se busca rédito político con esto. Tiene un sentido de campaña también, de campaña sucia. Entiendo que ellos son mis hijos y, por tanto, son figuras públicas, aunque no encuentro por qué, porque uno es la figura pública, ellos no van de candidatos, no es su opción, y han perdido su privacidad. Y para ellos no es nada grato.

¿No le da miedo que sus hijos le pasen la boleta después por este tipo de cosas
No hable del futuro.

¿Qué criterios usará, si es electa, para seleccionar a su equipo?
Los mismos de antes. Personas capaces de poner lo colectivo por sobre lo individual, pensar en el país. Personas con talento para su función pública, con capacidad de trabajar en equipo, coordinados.

¿Leales?
Sí, pero para mí lealtad es lo siguiente: no es el ‘yes man’ o ‘yes woman’, sino la persona que a uno le dice en todo momento lo que no estamos haciendo bien. Se puede elegir el lugar y el momento para hacerlo, pero decir las cosas. Al presidente Lagos (de quien fue ministra de Salud y Defensa) siempre le dije si tenía una opinión que creía que era bueno que él conociera. Por supuesto, pedía una reunión con él, conversábamos, me daba su perspectiva.

Sobre sus ministros usted dijo: ‘Son todos mis favoritos hasta que dejan de serlo’. ¿Cuál es la vía más rápida para dejar de serlo?
No cumplir con su tarea. O privilegiar lo personal sobre los intereses del país. ¡Pero no tengo favoritos! Sí necesito compromiso y sentido de urgencia. No que sean ansiosos o estresados, pero que no tengan una actitud burocrática, que entiendan las urgencias. Porque la gente no puede esperar.

¿Qué es más importante: tener un doctorado o calle?
Uno requiere gente que sepa lo que hace, pero no necesitamos expertos cuando son ministros, por ejemplo. Porque usted, en un ministerio, tiene grupos de expertos que van a generar las respuestas técnicas. Los ministros son cargos políticos, y lo que ellos deben asegurar es la dirección política en sus sectores. Y tener la habilidad de manejar los conflictos de su sector adecuadamente. Entonces, puede haber gente superbuena técnicamente, pero con cero habilidad política y cero comprensión de lo que pasa.

¿Cuál fue la lección más importante después de pasar por La Moneda?
No sé si es la más importante, pero diría que la voluntad política es esencial, pero no basta. No es voluntarismo el tema. Se requiere de un gobierno que haga una buena gestión, no solo administrativa, sino política; se requiere un Congreso que esté acorde con las necesidades del país; se requiere de ciudadanía activa, pero con canales de expresión, y se requiere entender las dinámicas sociales y del país. Y hacer mucho esfuerzo para que los sectores interactúen y no estén en estos compartimentos estancos.

¿Qué es lo más duro de ser Presidente?
Usted iba a escribir un libro llamado ‘No a la impunidad’. Más allá de situaciones específicas, que pueden ser duras, trágicas o desagradables; insultada, escupida, lo más duro o lo más complejo es que uno tiene la responsabilidad en sus hombros y sabe que al final, uno tiene que tomar la decisión. Esa sensación de responsabilidad. Eso pesa. No es duro en el sentido de que produzca dolor, sino de que uno siente que hay que hacer lo mejor posible. Y en ese sentido es que la gente habla de la soledad del poder.

¿Lo sintió?
No en el sentido de que no sintiera que tuviera un equipo trabajando, pero obviamente tuve que tomar decisiones difíciles, y había medidas que quería tomar y que todo el mundo me decía: ‘No, no se puede ahora’. Y cada vez volvía sobre la marcha... pensaba, ‘pueden estar equivocados, pero no puedo ser obcecada’.

¿Qué haría de otra manera si vuelve a La Moneda?
Hay muchas cosas que haría igual. Creo que el diálogo es indispensable para tomar buenas decisiones. Seguiría estando en terreno, cercana a la gente, porque es la única forma que tienen los líderes de saber si las políticas que están implementando, que en el papel se ven estupendo, están haciéndose bien, o qué errores tienen para poder corregirlos a tiempo.

Y, por último, creo que frente a determinados hechos, determinadas decisiones que pueden tener mucho impacto sobre la ciudadanía, si vuelvo a ser Presidenta, no solo quiero tener a los mejores ministros, no solo asegurarme de que entiendan la lealtad de la misma manera que yo, sino asegurarme de que en esas situaciones muy complejas, las cosas sean como me las están contando. No es de desconfiada, pero hubo un par de situaciones en que hubo autoridades que creían que tenían que decirme que las cosas estaban bien.

¿Transantiago?
Diría, hacer doble chequeo, triple chequeo.

PAULA ESCOBAR CHAVARRÍA
El Mercurio (Chile)
http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12902887.html

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